Tiempo compartido (México-Holanda, 2018) / Dirección: Sebastian Hofmann.
Reparto: Luis Gerardo Méndez, Miguel Rodarte, Andrés Almeida, Cassandra Ciangherotti, Montserrat Marañon, Pablo Guisa Koestinger, RJ Mitte. / Guion: Julio Chavezmontes, Sebastian Hofmann. / Fotografía: Matias Penachino. / Música: Giorgio Giampà. Estreno viernes 31 de agosto de 2018.
por: Enrique López Arvizu
Vacaciones de terror.
Luego de probar con el terror, en una muy particular mirada a los zombis, Sebastián Hofmann cambia radicalmente de registro en esta su segunda película, una atípica comedia negra que, sin embargo, consigue ser por momentos inquietante.
Pedro (Luis Gerardo Méndez), su esposa Eva (Cassandra Ciangherroti) y su pequeño hijo llegan a un lujoso resort para pasar una semana de vacaciones, pronto se instalan para empezar a disfrutar del lugar, pero esa misma noche llaman a la puerta, por lo que Pedro, que lleva una incómoda férula en su pierna, acude a atender.
Afuera está una familia conformada por Abel (Andrés Almeida), su esposa e hijos, quienes aseguran tener reservación para la misma villa y la misma fecha, ambos padres de familia acuden a las oficinas del hotel a quejarse pero ante la sobre venta del lugar la única solución que les queda es compartir la villa, Pedro acepta pero con disgusto mientras Abel exagera en su trato para buscar acercarse a la otra familia, al mismo tiempo, un empleado del hotel (Miguel Rodarte) trata de lidiar con su insatisfactorio presente en el trabajo donde comparte tiempo con su esposa.
Como ya se ha mencionado, ‘Tiempo compartido’ es una comedia atípica, alejada completamente del tono de chistes y escenas de pastelazo del común de las comedias más convencionales, este es un relato incomodo al que no se le hace justicia etiquetándolo dentro de un solo género.
El relato consigue interiorizar en cada personaje, y con la ayuda de una puesta en escena milimétrica y una banda sonora que se ajusta a la perfección para logra crear una atmósfera tan opresiva como lo están viviendo los personajes, Hofmann consigue que su relato transite libremente pero con rigor por diversos géneros y estados, logrando una película perturbadora que mira críticamente a las ambiciosas corporaciones como la que se muestra.
Otro punto a favor son las interpretaciones, donde sobresale Andrés Almeida que compone a un personaje casi insoportable, y sobre todo un Miguel Rodarte, quien da vida al personaje más potente de una película que sorprende al desprenderse de los típicos convencionalismos del cine nacional.